El retorno seguro a la normalidad debe buscar no solo la inmunidad de rebaño contra el COVID-19, sino también priorizar otros esquemas de vacunación.
En julio las cifras presentadas por la Organización Mundial de la Salud y la Unicef reflejaron que por las interrupciones de los servicios en todo el mundo debido a COVID-19, la mayoría de los países registraron descensos en las tasas de vacunación infantil durante 2020.
En total, 23 millones de niños se quedaron sin las vacunas básicas administradas a través de los servicios de inmunización sistemática, y se estima que alrededor de 17 millones no recibieron ni una sola vacuna el año pasado.
El epidemiólogo Fernando Pío de la Hoz, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), afirma que dicha situación agrava las enormes desigualdades ya existentes en el acceso a las vacunas en el mundo.
Señala además que el retraso en los esquemas de vacunación, sobre todo infantil, que ha impuesto la priorización en la atención de la pandemia por COVID-19 podría llevar a riesgos como la reactivación de enfermedades altamente contagiosas y prevenibles, sobre las que han realizado importantes esfuerzos para mantenerlas a raya.
Un ejemplo de ello es el sarampión, enfermedad vírica que sigue siendo una de las principales causas de muerte en niños pequeños ya que no existe un tratamiento y solo se puede prevenir por medio de la vacuna.
“Dentro de las causas por las que se ha podido dar una disminución de las coberturas de vacunación se encuentran las restricciones a la circulación por la pandemia. En los momentos de mayores dificultades en el sistema de salud se les ha pedido a los ciudadanos que no vayan a los centros de salud para no congestionar los sitios innecesariamente, además muchas personas siguen reticentes a acudir a los centros de salud para solicitar las vacunas por miedo a infectarse de COVID-19” agrega el doctor De la Hoz.
Prevención más eficaz
Existen enfermedades que antes eran epidémicas y que originaban una gran mortalidad y ahora están erradicadas en todo el mundo, como la viruela; otras casi erradicadas, como la poliomelitis o el sarampión, y controladas como hepatitis B, tétanos, difteria, meningitis meningocócica o tos ferina.
El sarampión es la quinta enfermedad que se eliminó de América Latina, después de la viruela en 1971; la polio en 1994 y la rubéola y el síndrome de la rubéola congénita en 2015. En los cinco casos, la región fue la primera en el mundo en lograr su eliminación.
Al respecto el profesor De la Hoz señala que en 1994 Colombia se vinculó al grupo de países de la región que establecieron el objetivo conjunto de eliminar la transmisión endémica del sarampión implementando estrategias de vigilancia y vacunación recomendadas por la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
“De ahí que sea importante que el país cumpla con el programa de erradicación, ya que los retrasos ponen en riesgo el trabajo que se adelanta desde hace tiempo”, observa.
En ese sentido, señala que cuando los servicios de salud están volviendo a la normalidad poco a poco, además de la labor de las autoridades también es responsabilidad de los progenitores y cuidadores informarse sobre los programas de vacunación vigente para iniciar o completar los esquemas de los niños.
“El Ministerio de Salud y las Secretarías de Salud han implementado un plan de emergencia con vacunaciones adicionales que incluye, por ejemplo, jornadas adicionales, se debe estar pendiente”.
Agrega que “aunque un niño se demore uno o dos meses en recibir su vacuna no es necesario empezar de nuevo el esquema, simplemente se debe aplicar la dosis que falta”.
El esquema colombiano de vacunación está conformado por 21 vacunas que protegen contra 26 enfermedades.
El Ministerio de Salud destaca que el esquema de vacunación de Colombia está avalado por la Sociedad Colombiana de Pediatría y la Asociación Colombiana de Infectología, entre otras.