A un año de dejar el poder, Gustavo Petro enfrenta promesas sin cumplir, fracturas internas y un legado cuestionado por escándalos y contradicciones.
Con apenas un 30 % de respaldo y una coalición gubernamental fracturada, el presidente Gustavo Petro inicia su último año en la Casa de Nariño marcado por la tensión, la incertidumbre y la distancia con su fórmula vicepresidencial, Francia Márquez. La promesa de una transformación profunda para Colombia ha quedado opacada por la inestabilidad ministerial, las pugnas internas y los escándalos de corrupción que han erosionado la credibilidad del primer gobierno de izquierda del país.
Petro, que asumió el poder en agosto de 2022 con más de 11 millones de votos, consolidó su discurso alrededor del “cambio”, junto a Márquez, símbolo de las luchas sociales y de las comunidades afrodescendientes. Sin embargo, hoy la distancia entre ambos es evidente. En la instalación del Congreso del pasado 20 de julio llegaron por separado, y la vicepresidenta despojada ya del Ministerio de Igualdad rompió el silencio al denunciar haber sido “instrumentalizada y desechada”.
Las diferencias no son solo personales. Márquez criticó en febrero el rol del entonces ministro Armando Benedetti, sugiriendo un posible chantaje. Desde entonces, la relación con el presidente se quebró del todo. Márquez expresó recientemente que pasó de “heroína a traidora” y lamentó que su cuerpo “de mujer negra” haya sido usado solo para la imagen, pero no para la toma de decisiones.
A nivel institucional, Petro enfrenta un desgaste acelerado. Su gabinete ha tenido más de 40 cambios en tres años, la comunicación directa a través de su cuenta de X se ha convertido en un arma de doble filo, y la agenda social prometida ha sido postergada por confrontaciones políticas que han paralizado reformas clave como la pensional y la de salud.
Mientras tanto, el mandatario insiste en que dejará el poder el 7 de agosto de 2026 “gritando de alegría como un niño que sale de la escuela”, minimizando el impacto de las fracturas internas. Pero la realidad es que su legado hoy está en disputa, con logros opacados por contradicciones, y con una Colombia aún esperando el cambio prometido.