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Una luz en medio de la oscuridad

Un menor de 11 años encontró en una fundación la oportunidad que necesitaba para salir del oscuro mundo de la drogadicción y la delincuencia.

Una luz en medio de la oscuridad

Un menor de 11 años que fumaba todo tipo de droga, robaba, decía groserías, y pertenecía a una pandilla hasta hace un año, “ahí nos mandaban hacer cosas que yo no quería pero tocaba” expresa, no obstante, desde que conoció La Fundación Amor y Compasión en Villavicencio abandonó aquello que le quitaba su niñez.

En esta organización en el barrio Madrigal en la capital del departamento del Meta, empezó a cambiar su forma de vivir al conocer a Jesús, a través las enseñanzas de Johanna Yazmin Salinas Salgado y Daniel Neira López. Una pareja de casados que son los profesores de casi 180 jóvenes en situación de vulnerabilidad quienes visitan la fundación, el cual llaman hogar, ya que dicen haber adoptado a cada niño como su hijo, por medio del amor que Dios ha puesto en sus corazones por ellos.

De forma similar, a la antigua vida del menor fue la de Daniel, el ahora su profesor, quien tiene 29 años de edad y reconoce que creció en un ambiente difícil donde aguantaban hambre en su familia, y vivían en un sector marginado en Bogotá en Ciudad Bolívar, en donde a sus 11 años tras la necesidad que pasaban, decido salir y tomar el papel en su casa que no le correspondía, haciéndose cargo de sus hermanos, y trabajando vendiendo dulces, entorno en el que conoció la droga y fue su esclavo por 17 años, llevándolo también a la indigencia por dos años.

Sin embargo, su vida dio un giro total, dice que Dios transformó su vida y su corazón, y ahora vive para servir y trabajar por todos estos niños que están en precarias situaciones, “como no hacer algo por ellos, si yo hubiese querido que quizás en esos momentos cuando yo era niño, cuando tenía estas necesidades alguien hubiera hecho lo que hacemos por ellos”.

Ahora, afirman también, que junto a una iglesia y sus pastores trabajan con los menores del sector, para que dentro de 10 o 15 años ellos sean la solución del barrio, ya que “muchas veces las personas juzgan de que son marihuaneros, drogadictos, ladrones, pero no se preguntan ¿nosotros que estamos haciendo para que estas personas cambien su manera de pensar?”.

Asimismo, Johanna, dice que laboran todos los días en la Fundación de lunes a lunes, y esperan a cada integrante con los brazos abiertos para brindar “un alimento que cambian vidas, el primer alimento y el más importante de todos que es el espiritual, donde los niños conocen el amor de Dios y a través de las enseñanzas de la biblia sus vidas empiezan a tener un propósito, un sentido”.

Finalmente, Paola Camacho, una madrina de esta organización, realiza la invitación a que las demás personas se animen y puedan apoyar las actividades que se realizan en estos espacios, como el comedor, las clases para los niños que no están en el colegio, y refuerzo de tareas, “pueden compartir y brindar tiempo de calidad con cada niño a través de enseñanzas en la profesión que se desempeñe o apadrinando a uno de ellos, para que crezcan y vean algo diferente a lo que están acostumbrados en su entorno, y así, evitar los vicios en medio su desespero y soledad”.