Ilustraciones con IA despiertan ternura, pero también dilemas éticos, legales y ambientales que exigen revisión urgente.
Una reciente moda en redes sociales ha convertido miles de fotos personales en ilustraciones con estilo Ghibli gracias a herramientas de inteligencia artificial generativa. Sin embargo, expertos como Rafael Méndez-Romero, decano de la Universidad del Rosario, advierten que detrás del encanto visual se esconden profundas preocupaciones sobre privacidad, derechos de autor y sostenibilidad ambiental.
Según Méndez-Romero, estos modelos de IA, como DALL·E o Midjourney, han sido entrenados con millones de imágenes obtenidas sin autorización, lo que plantea vacíos legales sobre la autoría y la propiedad intelectual. Además, replicar estilos artísticos sin permiso trivializa décadas de trabajo creativo, generando un debate ético urgente.
El impacto ambiental tampoco es menor: generar una imagen con IA puede requerir hasta cuatro litros de agua, utilizados para enfriar los servidores que procesan la información. En términos simples, cada imagen viral podría equivaler a ocho botellas de agua, un dato alarmante en un contexto de crisis climática.
Otro aspecto crítico es el destino de los datos personales. Aunque empresas como OpenAI afirman no utilizar las imágenes de los usuarios para entrenar sus modelos, persisten dudas sobre cómo se almacenan y utilizan esos datos, lo que se inscribe en una lógica de extractivismo digital.
Frente a estos desafíos, la Universidad del Rosario propone marcos éticos, alfabetización crítica, investigación interdisciplinaria y desarrollo de tecnologías responsables, para afrontar los efectos sociales y ambientales de la IA.